Es posible que de un tiempo a esta parte hayas visto con más frecuencia a gente tomando una copa de vino (sobre todo blanco) acompañado de un hielo. ¿Para refrescar? ¿Para apagar los sabores? El debate está sobre la mesa, y desde Barcolobo vamos a intentar aclararlo.
Desde siempre, el único uso del hielo en las bebidas es refrescar el contenido. Lo hacemos en nuestras casas, en los bares, y siempre ha sido así. El problema es que si el líquido está muy caliente y el hielo no es “de calidad”, la bebida termina aguándose. Todo depende (también) de la sed que tenga el consumidor.
Pasa con los refrescos, los zumos y… ¿con el vino? Como ya hemos explicado anteriormente en nuestro blog, cada vino tiene una temperatura recomendada de servicio, que rondan entre los 14 y 16C en el caso de los tintos y los 8 y 10C en el caso de los blancos y rosados. Y es que esto es importante, porque esa temperatura también va a hacer que el vino potencie más sus matices.
Cómo refrescar el vino
Aquí es donde entra en juego el uso del hielo… (o no). Existen muchas formas para refrescar el vino en un tiempo “récord”: poner la botella en una cubitera llena de hielos (a la cuál puedes añadir sal gorda para acelerar este proceso), introducir una varilla de enfriamiento (que hemos tenido previamente en el congelador), o…añadir un hielo en la copa.
Los otros dos trucos no alteran en ningún caso los componentes del vino. Pero el hielo sí puede hacerlo. No solo porque se agüe, sino porque entre en contacto con otros elementos como el cloro o la cal (si los hielos son caseros elaborados con el agua del grifo). En caso de que el hielo sea “de calidad”, duro, como el que consumimos en los bares y restaurantes o adquirimos en supermercados y gasolineras, el proceso puede resultar incluso positivo. ¿Por qué? Porque dejándolo en contacto un par de segundos, puedes enfriar la bebida y no dar lugar a que el hielo se derrita.
Llegados a este punto, hay gente que prefiere dejarlo en la copa, para que no pierda ese frescor. Si quieres evitar que el vino se agüe y pierda todo su sabor, el único factor que entra en juego es la sed del consumidor y lo rápido que beba. Desde Barcolobo, preferimos no utilizar el hielo; sencillamente, mantener el vino a su temperatura recomendada.